martes, 6 de noviembre de 2007
Cronica de un Recuerdo
Por Ruffus Von Dark
H
ace mucho tiempo, tanto que no vale la pena contar, mientras te hacías la dormida, y yo hacía de cuenta que te creía, te dije que te amaba.
Aún recuerdo la primera vez que vi tu espalda desnuda, tu piel rosada, tus lacios cabellos castaños sobre tus hombros.
Tratando de no hacer movimientos bruscos que pudieran mover la cama, como tratando de no despertarte de tu falso sueño, me acerqué, y sentí el perfume de tu piel, te besé en tu mejilla color carmín y vos sonreíste.
Te acomodastes abrazando la almohada y solo entonces dormistes de verdad.
Esa noche no dormí, sentía demasiada paz. La luna me bañó con sus rayos de plata, el perfume de los pinos entró con la brisa se mezcló con tu aroma y juntos llenaron mi pecho embriagándome profundamente. A lo lejos un resplandor me recordaba la cuidad, sus luces brillaban lejos en el horizonte mostrándome que más allá del embrujo de tus besos existía un mundo al que no le importaba lo inmensamente feliz que era yo en aquellos momentos.
Después de todo este tiempo, y a pesar de todo, me es posible ver como aquellas sábanas de seda blanca se resbalaban dejándome ver tu torso desnudo.
Sin poder evitarlo una lágrima salobre corre lentamente por mi mejilla.
No tiene sentido secarla, no seré más hombre por no llorar.
Recuerdos, tan solo recuerdos son cuanto de ti me quedan, pero son suficientes para vivir un día más, y hoy que estoy aquí en el lugar donde reposan los cuerpos de los que ya no están, mientras acomodo el ramo de rosas rojas que traje para vos, mientras que desde detrás de este frío mármol que nos separa te haces la dormida y yo hago de cuenta que te creo, quiero decirte que te amo.
H
ace mucho tiempo, tanto que no vale la pena contar, mientras te hacías la dormida, y yo hacía de cuenta que te creía, te dije que te amaba.
Aún recuerdo la primera vez que vi tu espalda desnuda, tu piel rosada, tus lacios cabellos castaños sobre tus hombros.
Tratando de no hacer movimientos bruscos que pudieran mover la cama, como tratando de no despertarte de tu falso sueño, me acerqué, y sentí el perfume de tu piel, te besé en tu mejilla color carmín y vos sonreíste.
Te acomodastes abrazando la almohada y solo entonces dormistes de verdad.
Esa noche no dormí, sentía demasiada paz. La luna me bañó con sus rayos de plata, el perfume de los pinos entró con la brisa se mezcló con tu aroma y juntos llenaron mi pecho embriagándome profundamente. A lo lejos un resplandor me recordaba la cuidad, sus luces brillaban lejos en el horizonte mostrándome que más allá del embrujo de tus besos existía un mundo al que no le importaba lo inmensamente feliz que era yo en aquellos momentos.
Después de todo este tiempo, y a pesar de todo, me es posible ver como aquellas sábanas de seda blanca se resbalaban dejándome ver tu torso desnudo.
Sin poder evitarlo una lágrima salobre corre lentamente por mi mejilla.
No tiene sentido secarla, no seré más hombre por no llorar.
Recuerdos, tan solo recuerdos son cuanto de ti me quedan, pero son suficientes para vivir un día más, y hoy que estoy aquí en el lugar donde reposan los cuerpos de los que ya no están, mientras acomodo el ramo de rosas rojas que traje para vos, mientras que desde detrás de este frío mármol que nos separa te haces la dormida y yo hago de cuenta que te creo, quiero decirte que te amo.
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